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Tum, tum...


Eran sólo un punto en el universo.

Menos de un píxel en la enorme fotografía de una galaxia de cuatro brazos en la que, se presume, hay vida inteligente.

Pero estaban ahí, bajo todas esas estrellas que se alcanzan a ver desde la tercera roca incandescente a partir de la enana amarilla.

Y no se preocupaban por todo ese universo que rodeaba con su manto la bóveda celeste sobre sus cabezas, sino que sólo existían dos formas, en un instante fotográfico.

El universo no tiene manera de detenerse, aunque los tiempos sean relativos. Pero, relativamente, el tiempo se quedó estático. Y la realidad es que hacía frío, pero no tanto como para congelar el instante. Físicamente, es imposible que el tiempo se detuviera, sobre todo porque aún se escuchaba un sonido tenue pero constante dentro de sus cajas toráxicas.

Tum, tum, tum, más acelerado que de costumbre.
Tum, tum, no me sueltes.
Tum, tum, tum, nunca te cases con un viajero en el tiempo.
Tum, tum, perdóname por lo que voy a hacer,
Tum, después de que lo hice pero antes de que lo pensara.
Tum, tum, tum, juega con mi tiempo, te invito de él.
Tum, éstas son mis manos y te las presto.
Tum, tum, tum, tum, no está regresando a su ritmo habitual.

Ni el alucinante viaje alrededor de la enana amarilla, ni aquel que hace toda la galaxia, a velocidades inconmensurables, rumbo al centro otra vez para deshacerse por completo, son viajes suficientes para la pequeña vida que llevan, en cuestión de tiempo. Es necesario un viaje, aunque sea pequeño. Uno propone y el otro lo acepta, lo anhela.

Tum, tum, ya regresé.
Tum, tum, tum, en realidad nunca te fuiste.

Viajan entonces por una diminuta vena artificial de la tercera roca. En silencio y no. Nada y todo. Como es arriba es abajo. Desde la gran fotografía el píxel no cambia ni siquiera de color. Son polvo con el viento, arena en la orilla, sal en el mar, pimienta con la que se cocina la vida. Todo. Nada.

Tum, tum, tum, tum, espera un poco.
Tum, te dije que no me voy.
Tum, tum, un aliciente para el alma, vale por el tiempo que viene.
Tum, tum, tum, ojalá que venga.

Siguen siendo un punto en el universo, pero han recorrido miles de kilómetros en el vacío. Espacio sin tiempo y oscuridad de luz. Siguen sin preocuparse por la bóveda celeste, pero algún día le prestarán atención. Cada uno ocupa un píxel diferente, aunque siguen relativamente cerca.

Tum, tum, aquí sigo y escribo.
Tum, tum, yo aquí sigo y te leo.

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