¿Para qué quiero que me ames eternamente? Mejor ámame así, poquito, pero con la fuerza de dos jinetes apocalípticos, con el desenfreno de tres viudas amargadas, con la idiotez de siete años de guerra. Ámame poquito, en dosis diarias, de forma en que yo no pueda olvidar, de forma que me hagas extrañar tus brazos cuando te vas de entre mis sueños.
Ideas extraídas de una bestia llamada Gonzalo Ramos