Una ciudad casi vacía, bajo la mirada de solitarios guardias de seguridad que han sido designados para cuidar un Oxxo, una casa de empeños o un centro comercial. Los vidrios no se ven, maderas pulcras cubren las frágiles superficies, tal vez detrás de ellas algunos tristes o cansados mitigan la angustia con una amable plática, comparten un pan o se dejan caer apacibles en el cobijo de Morfeo. Memorias que duelen, incertidumbre del futuro, recuerdos que viven en el colectivo: muertes, sueños rotos y ansiedades vanas. Ya mañana se sabrá, ya mañana se sabrá... Todo sigue igual en la ciudad que espera...
Ideas extraídas de una bestia llamada Gonzalo Ramos