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Mostrando entradas de enero, 2016

Tum, tum...

Eran sólo un punto en el universo. Menos de un píxel en la enorme fotografía de una galaxia de cuatro brazos en la que, se presume, hay vida inteligente. Pero estaban ahí, bajo todas esas estrellas que se alcanzan a ver desde la tercera roca incandescente a partir de la enana amarilla. Y no se preocupaban por todo ese universo que rodeaba con su manto la bóveda celeste sobre sus cabezas, sino que sólo existían dos formas, en un instante fotográfico. El universo no tiene manera de detenerse, aunque los tiempos sean relativos. Pero, relativamente, el tiempo se quedó estático. Y la realidad es que hacía frío, pero no tanto como para congelar el instante. Físicamente, es imposible que el tiempo se detuviera, sobre todo porque aún se escuchaba un sonido tenue pero constante dentro de sus cajas toráxicas. Tum, tum, tum, más acelerado que de costumbre. Tum, tum, no me sueltes. Tum, tum, tum, nunca te cases con un viajero en el tiempo. Tum, tum, perdóname por lo que voy a hacer,